Este libro está dirigido fundamentalmente a los niños, a los adolescentes y a los jóvenes. Es un homenaje también a los prisioneros asesinados en Curajaya. El agradecimiento a quienes, al riesgo de sus vidas, le dieron protección y abrigo a los heridos de la emboscada de Pino 3 y supervivientes de Curajaya. El agradecimiento a Arys Galdo Céspedes, por las sugerencias.

El crimen

La mayoría de los rebeldes se ha retirado. Con mucho esfuerzo físico y enfermo, Horacio Cobiella Domínguez llega arrastrándose hasta las plantaciones de mango. En esas condiciones Fernando Figueredo Castellanos, lo encuentra. No deja solo a Cobiella. No lo abandona.
Muchos rebeldes alcanzan el monte. Pasan a rastra, por debajo de la casa de piso de alto que está a pocos metros del sitio de la emboscada. El tiroteo es intenso. Los soldados del Ejército de la tiranía están disparando muy bajito. Horacio y su compañero intentan conservar la vida encaramándose en una matica de mango.
Los sorprenden los primeros claros del día. Horacio Cobiella y Fernando Figueredo, se mantienen encima de la mata de mango, a sólo pocos metros de los guardias. Los casquitos revisan toda la zona. Golpean fuertemente las puertas de los bohíos con las culatas de los fusiles.
—Pa’ fuera, carajo, o les vamos a tumbar la puerta —dice enfurecido un soldado.
—No disparen por favor, que ahí niños en la casa, —responde Arquímedes González. El campesino escucha otra vez los golpes en la puerta de la casa.
—¡Abre la puerta, Guajiro¡
Arquímedes abre la puerta. El guardia lo hala por el brazo.
—Usted se queda aquí sentado en el suelo. No intentes escapar porque te vamos a matar como un perro.
Otros soldados revisan los alrededores del batey en busca de rebeldes.
Fernando y Horacio ven movimientos de soldados próximos al mangal, donde ellos están ocultos.
—Coño, los guardias se acercan —dice para sí Horario y alerta a su compañero— No te muevas Fernando que nos pueden descubrir.
—Pero, ¿qué hace ese casquito? ¿Viene para donde estamos nosotros? —dice Fernando.
Los guardias continúan buscando en los alrededores.
—Estamos a salvo, Fernando, parece que se van. Deja que se alejen un poquito más para bajarnos.
—No, mira ¿Qué están haciendo? ¿Retroceden? Ahora sí estamos fritos los dos. Ese casquito está mirando para este rumbo. ¿Nos habrá descubierto?
Un soldado avanza hacia la mata de mango. Se percata de la presencia de los dos rebeldes.
—Oye, aquí hay dos mau mau!
Arquímedes González, también los ve desde su casa, pero no puede hacer nada por ellos. También él está en manos de los soldados. Observa a Horacio delicado de salud. Casi no puede caminar
“No me explico cómo Fernando, que está perfectamente de salud, no continuó rumbo al monte. Qué va era de madrugada y verdad que la cosa no estaba buena con el tiroteo que había allí. Si ellos no se encaraman en la matica de mangos y cogen por debajo del piso de la casa de Mongo García que vive ahí, se hubieran salvao'. Ellos han fallao’; ellos, cuando aplacó un poco el tiroteo, tenían que haberse bajado e irse por debajo del piso de la casa. El piso de la casa tiene como cuatro pies de altura. Por ahí hubieran podido salir al otro lao', pa' el monte, pero no, se quedaron ahí”.
Arquímedes está frente a la casa y ve como los traen a empujones. Pasan muy próximos al campesino.
“Coño los están amarrando frente a la casa de abono que está al pie de la grúa ¿Qué harán con ellos dos?
Otros guardias amarran por los pies a los rebeldes muertos, como si fueran animales. Los amarran y los apilan. Hay un jovencito de la zona que está muerto. Arquímedes observa el cadáver del rebelde. “¡Coño a este muchachito lo conozco yo!". Lo ve así entre los muertos, con una bala en el cuello y otra en la pierna. Se llamaba Gerardo. Esa escena le causa espanto. Siente estremecimiento en todo el cuerpo.
Los guardias arrastran a los muertos sobre el llano terreno que ahora se tiñe de sangre.
Pasa algunos minutos. Los soldados llevan a Horacio y a Fernando para un campo de caña que está frente a la grúa, un campo de caña nuevo.
Los soldados los obligan a correr rumbo al canal. Pronto se escucha el tableteo de la ametralladora. Fernando sólo tenía 16 años de edad.
Arquímedes reflexiona ante aquella escena de espalto: “Jamás pensé que un ser humano podía ser tratado con tanto desprecio. Es un momento muy doloroso para mí”.
A Arquímedes lo sorprendió la emboscada de visita en Pino 3 por la novedad de su cuñada.
Alrededor de las diez de la mañana comienza a apilar a los muertos. Los van tirando al pie de la canoa, donde le dan agua a los animales; un poquito más atrás de la canoa está Gerardo muerto con una bala en una pierna y la otra en el cuello. Llegaron los guardias y lo amarran por los pies y lo tiran a la orilla de la canoa.
Arquímedes cierra los ojos y se aprieta la cabeza con las manos. Cuando mira nuevamente, los guardias amarraban y arrastraban a los muertos por encima de una malva pelúa.
A Gerardo lo llevan hacia donde están hay otros cuatro rebeldes muertos. Un rato después los vuelven a amarrar y los arrastran hasta el crucero del ferrocarril.

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Acerca del autor

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Biobibliografía

Lázaro David Najarro Pujol (Santa Cruz del Sur, 1954) Licenciado en periodismo es autor de los libros de testimonio Emboscada (Editorial Ácana, 2000), Sueños y turbonadas, (Editorial Alaleph.com, 2007) y Nuevo periodismo radiofónico (Editorial Pablo de la Torriente Brau, 2007). Ha obtenido más de 30 premios y menciones en concursos periodísticos, literarios y festivales nacionales de la radio, entre ellos se incluyen el primer premio en Documental en el Festival Nacional de la Radio (1991), premio Sol de Cuba (1986), premio Primero de Mayo (1988), mención especial en el concurso literario 26 de Julio de las FAR (1999), el Gran Premio Nacional de la Radio (2000) y premio Extraordinario 25 Aniversario de la ANIR (2002). Labora en la emisora Radio Cadena Agramonte.