Este libro está dirigido fundamentalmente a los niños, a los adolescentes y a los jóvenes. Es un homenaje también a los prisioneros asesinados en Curajaya. El agradecimiento a quienes, al riesgo de sus vidas, le dieron protección y abrigo a los heridos de la emboscada de Pino 3 y supervivientes de Curajaya. El agradecimiento a Arys Galdo Céspedes, por las sugerencias.

Los condenados

El auto llega a Guáimaro y se detiene en el cuartel ubicado al oeste del pueblo. Nos conducen a un calabozo que está en la misma entrada del cuartel.
Siento un presentimiento al percatarme de la presencia de una compañía de casquitos. Se dan cuenta de nuestra presencia en el calabozo del cuartel de Guáimaro. Varios soldados se agrupan cerca en la parte exterior de la celda. Un guardia pregunta:
—¿Quiénes son estos cabrones que están presos?
—Unos rebeldes que cogieron prisioneros.
Me entero que habían regresado de una operación en el norte. Por Santa Lucía los rebeldes tendieron una emboscada y mataron a dos o tres guardias. Están enfurecidos.
Estoy pegado a la reja. Observo todo aquel panorama. Los casquitos preguntando. Y nosotros hablando con ellos. Uno de los guardias se acerca.
—Ah, maricones, hijos de putas. Ustedes mismos me la van a pagar. Me mataron a mi primo, pero ahora me voy a encargar de vengarme en ustedes.
El hombre mete la mano entre los barrotes y me agarra el bigote.
—¡Cojones! ¡Te voy a arrancar pelo a pelo el bigote!
Me echo hacia atrás y le dejo algunos pelos en su mano.
—Ábranme la reja que los vamos a matar a los tres.
Un oficial se acerca:
—¡Retírate! ¡Retírense todos de aquí!
El cuartel retorna a la normalidad.
Es de noche. Escuchamos pasos. La reja se abre. Nos sacan y nos monta en un camión. Es uno de los mismos camiones que nosotros utilizamos en el traslado de la columna hasta Pino 3. La caseta y la cama del carro están llenas de huecos, provocados por los proyectiles. Nos escoltan unos cuantos soldados.
Oímos que alguien dice:
—Aprovechen bien a estos muchachos. Procuren darles cuatro o cinco tiros a cada uno, pa’ que no jodan más.
El camión coge por un camino lleno de baches. El carro para: “Aquí mismo nos van a matar”. Pero continúa. Los guardias nos dan patadas y culatazos. Se orinan encima de nosotros, nos ofenden, nos amenazan. Y más patadas y culatazos. Nosotros esposados. Indefensos. Sin poder hacer nada. Mi tío se nota pálido. Tiene la pierna muy hinchada.
—¡Maricones! ¡Los vamos a matar!
Nos amenazan. Golpean a Panchito que se queja al recibir los culatazos en la pierna destrozada por el proyectil.
El camión se detiene. Se baja un oficial y camina hasta el fondo del vehículo.
—¿Qué es lo que les pasa a ustedes? Tienen que respetar a esta gente. ¿No se dan cuenta que ellos son prisioneros y no se pueden maltratar? No se pueden meter con ellos.
El camión se pone en marcha nuevamente. Los soldados nos dejan tranquilos.

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Acerca del autor

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Biobibliografía

Lázaro David Najarro Pujol (Santa Cruz del Sur, 1954) Licenciado en periodismo es autor de los libros de testimonio Emboscada (Editorial Ácana, 2000), Sueños y turbonadas, (Editorial Alaleph.com, 2007) y Nuevo periodismo radiofónico (Editorial Pablo de la Torriente Brau, 2007). Ha obtenido más de 30 premios y menciones en concursos periodísticos, literarios y festivales nacionales de la radio, entre ellos se incluyen el primer premio en Documental en el Festival Nacional de la Radio (1991), premio Sol de Cuba (1986), premio Primero de Mayo (1988), mención especial en el concurso literario 26 de Julio de las FAR (1999), el Gran Premio Nacional de la Radio (2000) y premio Extraordinario 25 Aniversario de la ANIR (2002). Labora en la emisora Radio Cadena Agramonte.